Los autobuses conocidos cariñosamente como «El Canario» han dejado una marca indeleble en la memoria colectiva de los habitantes de Chiclana. Este apelativo se originó por el distintivo color amarillo que adornaba estos vehículos, un rasgo que perdura hasta hoy en los autobuses urbanos de la ciudad.
El recorrido entre San Fernando y Chiclana, que data de principios del siglo XX, solía ser una travesía bastante mala, atravesando el caño Zurraque por un puente que desapareció en 1909. Las condiciones del camino eran precarias, marcadas por baches y accidentes frecuentes.
En 1926 el servicio lo realiza la empresa de Andrés Rodríguez Peralta por el precio de 1,50 pesetas. Más tarde, en 1960, la empresa «Belizón y Rodríguez» tomó el relevo, ampliando la flota y la frecuencia de los viajes. Inicialmente, la empresa contaba con solo 4 autobuses y 6 empleados, y estos vehículos, apodados «Los Canarios» por su distintivo color amarillo, se convirtieron en un símbolo de la región.
El servicio de «El Canario» no solo conectaba San Fernando y Chiclana, sino que también funcionaba como punto de conexión para aquellos que deseaban viajar a Cádiz, conocido como «La Carterilla». Los autobuses de «Belizón y Rodríguez» descansaban en San Fernando, en la calle San Marcos, donde se encontraban los garajes y se realizaban las tareas de mantenimiento.
En los años 70, aún se podían encontrar algunos animales, como gallos o pavos, viajando en cestas de mimbre o sacos de arpillera, y el olor a vino chiclanero y productos frescos llenaba el ambiente, reflejando la vida local.
Con el paso del tiempo, la empresa ha evolucionado junto con la ciudad. Desde 1974, comenzaron a ofrecer servicios urbanos en Chiclana, así como transporte escolar y servicios discrecionales. Con el auge turístico en la zona de Novo Sancti Petri en los años 90, la oferta de servicios se expandió, ofreciendo una amplia gama de autobuses adaptados a diversas necesidades, además de una transición hacia un transporte más sostenible y ecológico.